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Un cuento

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MarrilMcBlazen's avatar
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Había una vez un hombre muy pobre que tenía tres hijos y tres hijas...

-Momento... ¡este ya lo conozco...!
-¡Imposible...!
-Todos empiezan igual...debe ser eso.
-...
-¡Deberías haber adivinado! ¡Son cuentos tradicionales!
-Busco otro.

En un reino muy lejano, había un rey tan caprichoso que...

-Otra vez.
-Si no te callás me voy a hacer otra cosa.

Hace muchos años, una niña muy bondadosa...

-¡Ufa! ¡¡OTRA VEZ!!
-¡Me voy.. !
-No, pará. Otro más, no te digo nada...
-Grrrr...

Un día, Lola, una nenita simpática que tenía dos hermanas, se perdió en un bosque espeso y llegó a la orilla de un lago azul azul.
Cuando se inclinó sobre la superficie para averiguar la razón de ese color vio que de las aguas salía un pez gigante.
Tenía una corona llena de algas sobre su cabeza, y era tan graciosa su figura que Lolita (a pesar de ser buena como el pan y muy amable) no pudo contener una carcajada.
-Oh bella joven- dijo el animal algo dolido- ¿os burláis de mi triste silueta de rey caído?
-No- le contestó Lola algo asustada- me causó gracia que un atún llevara corona.
-Vos lleváis la razón- suspiró él con tristeza- estoy condenado al ridículo y la deshonra hasta que un alma valiente como la vuestra me libere.
-Estoy dispuesta a servir a vuestra majestad- lo consoló Lola recordando la etiqueta y los buenos modales.
-Moriré de melancolía- continuó- si no me acompañáis al fondo del lago y consentís en ser mi esposa.
-Supongo que soy muy chica. Quiero decir, no creo que vuestra majestad esté satisfecho de pedir la mano de una moza tan joven.
-Lo deseo de todo corazón. Pero lamentablemente, para aumentar mi dolor,aún hay más condiciones. Debéis permitir que convierta tu hogar en un charco y tus seres queridos en peces hasta romper el hechizo que me corroe.
-¡Oh!
-Luego acompañarme al lago trayéndolos en el hueco de tus manos
-Pero..¡se morirán!
-Más tarde liberarlos en mi reino y vivir una semana de duras pruebas. Os lo ruego,soy rey poderoso y podré recompensaros por vuestra piadosa acción.
Lolita pensó un buen rato, luego dos y hasta tres. Pero no podía dejar de presentir que estaba frente a un pez malo y egoísta que quería llevársela al agua y después matar a su familia para que no la reclamaran. Así que rechazó la oferta.
El monstruo se hundió furioso en el agua y Lola se encontró de golpe en su casa.
Su padre lloraba desconsolado.
-Un genio del bosque lo engañó y le sacó todo lo que llevaba y no paró hasta que papi le prometió entregar a otra persona a cambio de su vida- le explicó Pepa, su hermana mayor.
-Y el muy tonto no para de llorar porque el genio le exigió que fuera una de nosotras-completó Ana, la del medio.
-Voy yo-dijo Lola-Un pescado gigante me persigue para que sea su esposa. A lo mejor el genio me ayuda, si tengo suerte.
-Lleváte la poción que le compramos a una hechicera, por si acaso-le recomendó Pepa.
Así, Lolita llegó al lugar convenido con una mochila al hombro.
Ya se estaba empezando a aburrir cuando escuchó un gemido. Una ardilla caprichosa pataleaba en una rama, furibunda porque su depósito para el invierno estaba desparramado al pie del árbol.
-¡Maldito bromista!¡Vas a ver, te voy a encontrar, te voy a trasmitir la peste, te voy a roer las orejas!
Lolita estaba a punto de decirle algo pero lo pensó mejor y se hizo la distraída. ¡A ver si todavía se la agarraba con ella! Así que se sentó en un tronco cortado, con cuidado de no ensuciarse la ropa.
En un  microsegundo, la ardilla se convirtió en un genio de cabeza a pies, con orejas puntiagudas y todo.
-Buena niña, adivino que estás aquí por tu padre. Tienes una gran valentía en haber venido.
-Gracias-contestó Lola con modestia.
-Ven conmigo, moza-.Y el genio la hizo pasar por el hueco de un árbol. Le dieron un poco de cosa las hormigas pero se tragó su opinión y entró calladita.
El diablito la llevó de la mano por el camino ahuecado, que desembocaba en un salón recubierto de madera.
-Hazme el honor de sentarte.
Lolita obedeció.
-Admiro tu valor y tu tacto-continuó el hombrecito- Si no intentas huir no te haré daño. Necesito compañía para aliviar mi soledad de anciano. Y si te resignas a servirme, serás tú mi compañía y consuelo. Si no, te encerraré en el sótano. ¿O.K.?
-Me parece bien. Pero ¿es gratis, tipo esclava?
-¡Obviamente no, eso sería inhumano!- gritó el enano, indignado-¿Tengo acaso cara de explotador?
-Bueno..no sé- y Lola examinó su cara rechoncha y demoníaca-¿Cuánto?
-Tres monedas de plata por día, una poción mágica, comida y ropa.
-Seis monedas y dos pociones- regateó Lolita, que no tenía un pelo de zonza- Es lo mínimo que se cobra hoy en día un trabajo decente.
-Cinco y una, y ni un centavo o gota más.
Y eso convenció a Lola de que tenía que irse de ese lugar horroroso, enseguida.
-Esta es tu habitación – dijo el demonio, abriendo una puerta.
Lolita entró. Era un cuartito con una cama, un baúl y siete puertas más. Una era chiquita como una cueva de topo, otra grande como una puerta de iglesia, otra negra, otra blanco Ala, otra de madera veteada, otra de metal reluciente, y la última normal.
El hombrecito, mostrándole el aburrido contenido de seis de las puertas (nada) dijo:
-La última ni la toques, o te reviento, ¿tá?
-Ta´bien- gruñó Lola.
-Vení a la cocina.
-¡Pero si son las nueve y media!
-Vení a la cocina, a servirme. Empezás hoy- insistió. –Después te doy las sobras.
Entonces se escuchó un rugido fenomenal de desde atrás de una de las puertas.
Lolita se asustó muchísimo.
-¿Qué es eso?
-Nada.
Otro rugido. Parecía que trataran de tirar la puerta abajo.
-Vení, vení- dijo el genio. Y la arrastró hacia la cocina.
Esa misma noche, Lola se sentó, cansadísima, en su cama.
"Seguramente", se dijo, "detrás de la última puerta hay un príncipe rico, encantador y afónico que este enano desgraciado no me quiere dejar conocer. Pobre, esos estornudazos no lo deben dejar respirar. Le voy a llevar un antigripal."
Y tomando la poción que sus hermanas le habían dado, tomó la manija de la puerta.
Pero no la pudo abrir. Estaba cerrada.
-¡Maldición! ¡Abrite, desgraciada!- chilló Lolita, fuera de sí.
Se dio cuenta de que se había quedado con la manija en la mano. Trató de patear la puerta para abrirla, y entonces vio que su pie la atravesaba como si fuera de agua.
-¡Genial! Seguro que es por la manija.
Con toda facilidad transpasó la hoja y, del otro lado, se encontró de cara a hocico con un enorme y verdísimo dragón, escamado como un bacalao y con una cresta de la cola a la frente, donde le caía como un flequillo.
Ante la súbita visión del imponente reptil, Lola se cayó sentada contra el piso de piedra. El frasco de poción se estrelló con un crash lamentable, desparramando su mágico contenido en un charco con olor a frutilla.
-¡Pe...perdón, señor! ¡No quería molestarlo!- tartamudeó la chica, entendiendo tarde que había confundido el sublime ronquido de la bestia con el catarro de un príncipe azul.
-¡Qué tarde que llega hoy el almuerzo!- gruñó el dragón, malhumorado- Este servicio de habitación es cada vez peor.
-¡No me coma, por favor!
-¿Es que los almuerzos de ahora se hacen liposucción? Con esto es imposible alimentar ni a un enanito.
-¡Se lo ruego, señor!
-Bueno, bueno. Te dejo ir, pero decile a ese genio estafador que uno no paga un hotel cuatro estrellas para que lo tengan encerrado y muerto de hambre como a una fiera.
Aliviada, Lola atravesó la puerta otra vez hacia su cuarto, repuso la manija y se acostó en la cama, quedándose dormida.
En medio de la noche, de golpe, se despertó sobresaltada. Desde todas las puertas se escuchaban ruidos rarísimos.
"En todos los cuentos" pensó Lola, "el protagonista es valiente. No me puedo acobardar. Aparte, ¿quién es ese genio para darme órdenes como a una esclava?"
Después de este pensamiento, se levantó y forzó la puerta-topo, la primera, con una hebilla y no poca dificultad.
Con un ojo espió adentro, y vio montañitas de refulgentes monedas de oro. Evidentemente, el repicar de las monedas al pasar entre ellas un ratoncito era uno de los ruidos que la había despertado.
-¡Uau, una caja fuerte!- exclamó sin poder contenerse- Y ni siquiera puedo meter la mano- dijo un poco más triste.
-Por supuesto, doncella- contestó el ratoncito con una voz tan diminuta como él- Ésa es la gracia, que nadie pueda robar los tesoros de mi señor. Y yo soy el banquero y el guardia.
Lola se sorprendió muchísimo.
-¿De verdad?
-Sí, señorita, así es. Me temo que no puedo darte nada. Son órdenes, ¿sabe?
-Está bien, está bien. Lástima, pero ya no importa. Buenas noches, ratoncito.
-Buenas. Lamento haberla molestado.
La niña cerró la puerta con cuidado, y se enfrentó a la puerta contigua, la puerta-iglesia, la segunda. La abrió igualmente con la hebilla.
Halló la más extensa colección de ropa y chucherías que había visto en su vida.
-¡Pardiez!
En un momento vio que el ruidoso era, en ese caso, un hada. Pero, al contrario que el ratón, ésta era más alta que la propia Lolita.
-¡Ah, cariño, ven,ven!- gorjeó el hada tomando a Lola por el brazo y arrastrándola al interior-¡Qué ojos tan bonitos que tienes! Toma, este vestido va a combinar.
Una vez que la hubo empilchado de pies a cabeza con sedas y terciopelos bordados en oro, plata, diamantes y lentejuelas y adornado con pulseras, brazaletes, collares, dijes, diademas, vinchas, aros, collares, gargantillas, tobilleras, anillos, sortijas, broches, peinetas, cintas y otras fruslerías, en medio de una charla ininterrumpida de vendedora del centro el hada le preguntó:
-¿Y en qué puedo ayudarte, corazón?
-Nada...solamente curioseaba.
Le costó todavía deshacerse del hada y poder salir.
Ocultó toda su ropa nueva y etcéteras en su baúl, y luego abrió la puerta negra, la tercera.
Se llevó un susto tremendo. Adentro había una jauría de perros negros, lustrosos y bien entrenados, todos mirándola, y no tardaron en demostrarle que tenían ya los dientes definitivos. Le faltó tiempo para cerrar de un portazo y recobrar el ritmo normal de su corazón para juntar valor para abrir la puerta blanca, la cuarta.
Era una preciosa caballeriza con caballos blancos reblancos. Colgados de las paredes había arreos de cuero, plata y oro, igual que las monturas puestas en estantes.
Con chispas bailándole frente a los ojos, Lola salió y abrió la puerta de madera, la quinta.
Un precioso jardín era lo que había detrás. Lolita se dispuso a entrar, maravillada, pero recordó que no tenía mucho tiempo y que todavía le faltaba LA ÚLTIMA PUERTA, LA PUERTA DE METAL.
"Me pregunto qué encontraré" pensó, entusiasmada ."¡Un robot, armaduras, latas de conserva, armas!"
Abrió la puerta.
DOCE PRÍNCIPES VESTIDOS DE TRAJE. Doce príncipes azules, fuertes, gallardos, simpáticos, todos para ella.
Y un príncipe verde, flacucho y torpe, que parecía chiquito entre tantos tipejos de más edad.
-¡Ay, su Majestad mi madre!- gritó uno de los príncipes azules, asombradísimo-¡Una princesa!
-Increíble.
-¿Será de verdad?
Los murmullos saltaban como chispas del rebaño de nobles. Los trece galanes la rodearon en un cerco estrecho.
-Bella dama, ¿queréis ser mi esposa?
-No, ¡la princesa es mía!
-YO soy el príncipe encantado, me corresponde a MÍ, lacayos.
-¡Pardiez, no me hagáis reír!
-¡Batíos, cobarde, por el honor y la mano de esta doncella!
Lola estaba furiosa. ¡Venía escapando de un pescado que la quería secuestrar, buscando alguien más digno de ella, y esos trece idiotas creían que la iban a conquistar tan fácil! Era realmente indignante.
-¡¡¡SILENCIO, SEÑORES!!!- gritó- ¡¡¡¡No soy una princesa!!!!
Todos los príncipes bajaron sus espadas, decepcionados. El príncipe verde se puso a llorar y patalear.
-¿Entonces?
-Entonces, déjenme ir. Tengo sueño y mañana el genio me va a levantar temprano.
Cerró la puerta y se tiró en la cama.
Al minuto se quedó dormida.

A la mañana siguiente el genio, efectivamente, la despertó temprano.
-Haceme el desayuno- reclamó.
Lola, refunfuñando, untó el pan con manteca y dulce de hada abeja y preparó el té, mientras pensaba en las puertas que había visto.
Cuando terminaron, se dirigió a la puerta de madera y la abrió: quería ver el jardín. Grande fue su sorpresa al ver sólo un cuarto vacío, hasta que recordó que sólo aparecía de noche.
-¡Lolaaa!- gritó el genio, y allá tuvo que ir la chica.
-¿Qué ocurre, señor?
-Necesito que lleves un mensaje- le dijo él dándole una carta lacrada.
-¿Dónde?
-A un amigo mío. Vive en el lago azul- y chifló. Apareció un caballo blanco con riendas doradas. Cualquiera que no fuera Lola se habría asombrado de eso, pero ella ya conocía el secreto de las puertas y no dijo nada. Después de que se hubo subido al caballo, el genio no dejó de recomendarle:
-Volvé rápido, y tené cuidado con mi amigo que le gusta engañar a las chicas para llevárselas al agua.
Lola casi se cae de su corcel. ¡El atún gigante!¡Tenía que llevarle una maldita carta a ese pescado! Pero no quería discutir así que espoleó al caballo y se fue cabalgando calladita.
A mitad de camino le dio curiosidad y, sin dejar de correr arriba de su equino, rompió el lacre y abrió la dichosa carta.
"Querido amigo mío:
Os escribo para saludaros y daros noticias de mis asuntos. Mis bienes se encuentran seguros, salvo por la presencia de una pequeña criada nueva en la que no tengo ninguna confianza, pero que es lo mejor que pude hallar. La última fue devorada por mi huésped, el dragón Fiero, venido de unas lejanas tierras en busca de paz.
¿Cómo se encuentra vuestra decimocuarta esposa?¿Os cuida correctamente?¿Y vuestros súbditos, os siguen sirviendo y respetando? Así lo espero. Os mando esta carta por medio de mi nueva criada. Tratadla bien.
Os ruego me respondas
Vuestro amigo
El Genio del Bosque."

Mientras Lola leía la carta, no se dio cuenta de que el caballo no se dirigía directamente al lago, sino que iba desviando su rumbo con disimulo.
Finalmente, el animal decidió una brusca frenada a su veloz cabalgata que la envió volando por encima de su pescuezo. Terminó sentada sin ningún decoro sobre un lodoso charco, maldiciendo como un boyero vulgar.
El caballo, en vez de huir al galope, inclinó su cabeza y dijo respetuosamente:
-Lo lamento, señora, no era mi intención lastimarla. Lo que sucede es que ya es la hora en que el rey pasa por este sendero con su séquito y su hijo el príncipe, y querría proponerle algo.
-¿Qué?- preguntó Lola enfurruñada, mirando su vestido empapado y lleno de barro.
-Una asociación. Si se compromete a llevarme con usted yo la presentaré al príncipe y quizás pueda casarse con él.
-Ya tengo bastante con los doce príncipes y el pescado que me pretende, gracias.
-Mmmmhhh...-dijo el caballo, preocupado- Entonces le propongo lo contrario. Ayúdeme a conseguir un puesto en las caballerizas del rey y le concederé lo que me pida. Pero cuidado con revelar que hablo.
Lola reflexionó un buen rato.
-Me parece un trato razonable, pero voy a perder mi puesto con el genio, el pago, voy a preocupar a mi padre, lo voy a poner en peligro al no cumplir con el reemplazo y a perder la oportunidad de robarle algo de las puertas mágicas.
-Con eso no hay problema- contestó el caballo- Tome.
Y le entregó a Lola un tenedor.
-¿Y esto?- preguntó ella sospechando que el caballo le tomaba el pelo.
-Es un tenedor mágico. Golpeándolo contra algo duro una, dos, tres, cuatro, cinco, seis o siete veces podrá entrar, con desearlo, en cualquiera de las puertas. Y con golpearlo ocho apareceré yo.
-¡Genial!- dijo Lola entusiasmada.
-Ahora, ¿acepta?
-¡Sí!
-Bueno. El rey pasa en cinco minutos. No se olvide, hizo una promesa.
-No te preocupes, caballo- dijo Lola con un plan formándose en su cabeza.
Golpeó el tenedor dos veces contra el canto de la mano. El instrumento emitió una nota desafinada de diapasón y de repente Lolita se encontró en un cuarto... vacío.
-¡Demonios!- refunfuñó Lola, arrojando el tenedor contra la pared. Éste rebotó y quedó inerte en el suelo. Se sentó a su lado a pensar. El caballo le había tomado el pelo.
-Señora...- dijo la voz del animal a su lado. El caballo estaba allí, mirándola.
-Me olvidé de eso. Hagamos una cosa. Clave el tenedor en el suelo.
Lola obedeció sin saber qué ganaría.
Al instante todo a su alrededor se transformó en el amplio guardarropas, y el hada se le acercó somnolienta pero solícita.
-¡Cariño, qué placer verte otra vez!- dijo, medio dormida.
-Disculpe, necesito un traje limpio. Tiene que ser lo más simple posible, pero bonito, y una máscara. Y algo para el caballo, que no sea tan suntuoso.
El hada estaba desconcertada, pero la complació. Lola, entonces, golpeó el tenedor una vez.
En el acto el caballo y ella aparecieron en otro cuarto vacío. Clavó el tenedor en el suelo.
-¡Señorita!- y el ratoncito apareció junto con las monedas, asustado- ¿Cómo entraron...?
-Necesito algunas monedas- dijo Lola- Un par, no más.
-Bueeeno... pero algunas, nada más.
De la misma forma, Lola entró en el cuarto de los perros, de los príncipes y de los caballos. Se llevó tres de los canes, algunos caballos y pidió un favor a uno de los príncipes que se lo concedió con gusto.

Y así, la astuta de Lola explicó sus planes al caballo.
Cuando el rey pasó, majestuoso, con toda su corte, lo primero que oyó fue un estruendo de cascos y de gritos.
Una joven enmascarada pasó galopando a una velocidad increíble por delante de sus narices, seguida a cierta distancia por un príncipe a caballo que azuzaba a sus perros y gritaba:
-¡¡Al ladrón, al ladrón!!
El caballo de Lola frenó repentinamente y ella salió disparada por sobre su cabeza otra vez.
El príncipe se detuvo también y gritó con toda su fuerza a los perros.
-¡¡¡ATAQUEN!!!
El rey, sorprendido, hizo una seña a sus guardias. Uno de estos gritó entonces con su vozarrón de mando:
-¡¡¡ALLLL-TO!!!
El príncipe se calló. Los perros dejaron de mordisquear a la chica sentada en el suelo y lo miraron.
-¡¿Qué ocurre?!- preguntó el rey autoritario.
-Esta pérfida mujer apareció de la nada, saqueó mis alforjas, robó mi caballo y huyó como una cobarde.
El rey dijo entonces:
-¡Aprésenla! Señor, espero que no haya sufrido daño.
-No, su majestad- dijo el príncipe con una reverencia- Le agradezco inmensamente que haya recuperado mis valores. Soy el conde de Dufxyincsxz.
-Acepto su agradecimiento- dijo el rey tratando inútilmente de pronunciar mentalmente ese título imposible.
-Le ruego que acepte este caballo como prueba de mi gratitud- dijo el pretendido conde entregándole las riendas del socio de Lola.
-Acepto su ofrenda- repitió el rey- Lacayo, átalo a la carreta y luego cuando lleguemos alójelo en las caballerizas. Parece un animal soberbio.
-Lo es. Vino de una lejana tierra de Oriente- dijo el príncipe montando nuevamente. Y despues de saludar con una profunda reverencia al rey, partió al galope.
-Encadenen a esa mujer. La espera el calabozo- ordenó el soberano.
Pero en cuanto le pusieron las manos encima, Lola percutió su tenedor una vez y desapareció. Y así cumplió su trato con el caballo, que en adelante vivió magníficamente en el palacio y se casó con una hermosa yegua blanca.

Lola reapareció sin problemas en la puerta del ratón, que la vio salir sin decir una palabra.
Sin hacer caso de los reclamos del genio ("¡¿Dónde habéis estado, holgazana?!) que venían desde la cocina, cuidadosamente, arrancó la manija de la puerta del dragón.
-¡Señor Fiero!
-¡Vaya, otra vez!- gruñó éste, acomodando su corpachón en el estrecho cuarto- Parece que usted como mensajera no vale gran cosa. Mi situación no ha variado en lo absoluto.
-No se enoje, su excelencia. Acabo de conseguirle una entrevista con el gnomo-explicó Lolita- Está dispuesto a oír sus quejas.
-¡Ya era hora! Tengo cuatro cosas que decirle.
-Ah, pero sólo lo dejaré ir si me concede un favor- se adelantó la chica- Sabe usted, a mí también me había prometido una vida de lujo por una buena cantidad de monedas de oro. Y aquí me tiene, trabajando de servicio de cuartos. Sólo le ruego que le hable también de mí al genio... ya que tengo prohibido reclamarle nada de mi dinero, desearía sólo que me deje ir- mintió.
El reptil no contestó. Sólo emitió un gruñido de asentimiento, y entonces Lolita le dejó el paso libre.
-Después de usted.
Y sin más demora, el monstruo desapareció a través de la puerta.
No había terminado la chica de sentarse a esperar en su propio cuarto cuando un rugido formidable sacudió las paredes de madera.
¿Qué había pasado?
Fácil. Lola no había tenido en cuenta la ira contenida de Fiero. Sin ninguna clase de ceremonia, el dragón había satisfecho sus tripas rugientes con un delicioso bocadillo de genio flambèe.
"Creo que se me fue la mano" pensó la chica. Sin embargo, bien pensado, la cosa tenía sus ventajas. Sin amo ni heredero, las pertenencias del genio quedaron a la deriva. Y ella, una muchacha con gran sentido del deber, no podía permitirlo. Así que abrió todas las puertas y convocó a una reunión de emergencia.
Se decidió lo siguiente:
Los príncipes se quedaron con la propiedad de muebles e inmuebles del árbol encantado y exhibieron el Maravilloso Bosque de la Puerta de Madera, asociados con el hada que se ocupó de cobrar las entradas. Entrar ahí sin permiso es imposible, porque está vigilado por una docena de perros feroces, y el intruso despierta en la boletería con las ropas mordisqueadas y la marca de un par de herraduras en las posaderas.

El príncipe verde decidió ir a rescatar a la prisionera del pez gigante del lago para ganarse la mayoría de edad. Dicen que si uno se da una vuelta por el lago todavía se ven, nadando, dos mojarritas vestidas de terciopelo que no paran de quejarse.

Así, Lola se quedó con su familia, el tenedor mágico, varias bolsas colmadas de monedas de oro y ropa y su soltería, porque no era una chica fácil.
Ella y sus hermanas terminaron mudándose al barrio más elegante del reino, y su padre no se olvida nunca de advertirles cada vez que las visita de que la vecindad de un dragón, por más fino que sea su linaje, no deja de ser peligrosa.
Y aquí termina la historia, y, cosa que seguro que ustedes esperaban porque todos los cuentos de hadas son iguales, fueron todos felices y comieron perdices.

Año 2004?
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© 2012 - 2024 MarrilMcBlazen
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